La Casita y la Llorería

Nadie sabe exactamente dónde está. solo aparece cuando dejas de buscarla. Dicen que la casita se manifiesta cuando ya no puedes más, cuando llevas días fingiendo que estás bien.

Cuando dices que sí a cafés aguados,solo para no parecer dramática.

Cuando aceptas Coca-Colas con hielo servidas con ternura, aunque tú soñabas con un café con leche espumoso.

El que sí pediste, es el que aún esperas.

Esa tarde no fui yo quien eligió la ruta, fue el cansancio. Los zapatos me guiaron hasta el borde del mapa. Y ahí estaba: una casita con un techo hecho pincel, una chimenea en forma de lápiz y una verja construida con tubos de pintura gastados.

Olía a tierra mojada, a galleta recién horneada, y a infusión de jengibre con algo más… algo que recordaba a casa, pero también a todas las casas que nunca tuve.

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La puerta no tenía timbre, solo manchas. Se abría como se abren los silencios bienvenidos. Adentro, Yashvé, la Alquimista me esperaba. No tenía nombre, pero ya lo sabía.

Tenía un lápiz en el moño, y los bolsillos llenos de cosas simbólicas: una hoja seca, una carta sin enviar, una llave sin puerta… una carta de tarot que hablaba de comienzos y un calendario de luna con círculos marcados para manifestar deseos que aún no sabía que tenía.

—Te estábamos esperando —dijo—, la luna también

Miré por la ventana. Y sí. La luna me miraba.

No me preguntó nada, solo me sirvió un tecito caliente. Y me habló del monstruo.

—El que viene cuando bajas la máscara. Cuando por fin te das permiso.

Aquí también aparece —dijo—, pero lo enfrentamos con el pincel de paja.

Dibujamos su nombre, le ponemos cuerpo. Y cuando tiembla… bailamos. Y él no sabe qué hacer con tanto cuerpo vivo.

Me señaló un rincón. La Llorería. No era un sitio, era un umbral. Un acto de fe con pinceladas. Allí lloré como quien riega su raíz. Garabateé como quien encuentra lenguaje.

Pegué papeles. Solté juicios. Y en medio de la mancha más honesta que hice, escribí:

“Me harté de cafés equivocados. Quiero el que pedí.”

En la terraza, los papeles secaban al sol, como ropa limpia después de una tormenta larga. Los papeles danzaban no para que les vieran, sino para que yo no me olvidaran de mí. Y yo también bailé, No sola. Con Yashvé, la Alquimista, sosteniendo el tiempo con los pies descalzos.

La casita no se convirtió en refugio, ya lo era. Y yo no me reinventé, solo volví a mí. Aquí no se proyectan versiones nuevas, aquí se manifiestan regresos. A lo que sabías, a lo que te dolía dejar en pausa. Aquí se aprende a decir no. A soltar lo amable que no te sirve.

A rechazar el café aguado, a dejar la Coca-Cola con hielo.

Y a pedir, sin vergüenza: Un café con leche, el espumoso, el que sí pedí.

Y que ahora sé, merece ser servido sin disculpas. El café con leche que sí pedí…Y la casita que me lo sirvió.

Quiero mi café con leche

¿Qué es la llorería?

La lloreríaes un espacio creativo donde las lágrimas no se juzgan, se transforman. Un lugar donde llorar no interrumpe el proceso: lo sostiene. Aquí no se viene a arreglar nada, se viene a soltar, sentir y ordenar desde adentro. Con papel, con pigmento, con ritual, con pausa.Hay quienes pintan, hay quienes solo escriben una frase y hay quienes simplemente respiran, y eso también cuenta.

La llorería es eso: una estructura blanda donde tu emoción también tiene lugar.

QUIERO IR A LA LLORERIA.

LA LUNA QUE LLEVAS DENTRO

Proyecto de fin de máster de arteterapia e inicio del Proyecto Invisible,  un cuento de Arterapia Gestalt, que cuenta mis tres años de proceso.